Dicen que el saber es poder, y en la arena digital este principio funciona casi como una máxima universal que todo lo abarca. Un buen ejemplo de ello es el campo de la ciberseguridad, donde nos encontramos con una profunda ignorancia tanto en torno a las amenazas que existen en el universo como al grado de exposición personal al que estamos sometidos.

Pongamos datos a esta falta de conciencia. En torno al 89% de los usuarios digitales desconoce por completo si ha sido víctima de algún ataque informático a lo largo de su vida, mientras que otro 92% está preocupado por haberlo sido o serlo en un futuro. Así lo atestigua una encuesta global de Affinion, según la cual otro 77% de los consumidores afirma no poseer capacidades ni herramientas suficientes para hacer frente a esos ataques.

Una percepción que parece corroborarse con los datos. Según cifras de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) recogidas por la compañía especializada en obtención de datos de usuario Hocelot, una persona tarda una media de 5,4 meses en percatarse de que está siendo víctima del robo de identidad y en la mayoría de las ocasiones, cuando detecta el uso ilícito de su identidad, ya es demasiado tarde y solo le queda emprender acciones legales, que en el caso de robo de identidad pueden tardar hasta 300 horas en resolverse.

Igualmente, según el barómetro de febrero de 2017 del CIS, entre quienes recibieron en los últimos 12 meses un SMS o email fraudulento para adquirir información confidencial, un 53.8% declaró que no tomó medidas al respecto.

Con todo ello, podemos concluir que la preocupación por la seguridad cibernética se ha disparado entre la población a nivel mundial, tras las oleadas de ataques cibernéticos ocurridos en los últimos meses. Esta es una de las conclusiones que se puede extraer del estudio de Pew Research Center, según el que los ciberataques eran la principal amenaza para el 51% de las economías medianas.