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Información General 26.02.2016

INTERNACIONALES

Elecciones en la FIFA: Blatter, de verdugo a decapitado

Este viernes se elegirá al sucesor del suizo y, de esta forma, culminará un mandato de 17 años que estuvo marcado por los escándalos de corrupción, sobornos y hasta extorsión.

Por: Infobae /

 Dos días antes del inicio de la Copa del Mundo de Francia de 1998, un suizo de 62 años alcanzaba la presidencia de la FIFA, luego de que el sueco Lennart Johansson, por aquel entonces presidente de la UEFA, decidiese bajar su candidatura, tras caer por 111 votos contra 80 en la primera vuelta.

Culminaban 24 años de mandato de Joao Havelange, y los aires de la casa madre del fútbol parecían renovarse de cara al inicio del nuevo milenio, de la mano de un hombre que desde 1975 hasta 1981 había trabajado en la entidad en busca de desarrollar actividades hasta entonces casi ignoradas por la FIFA, como el fútbol sala y el fútbol femenino.

Joseph Blatter no había conseguido el apoyo de la mayoría de las federaciones votantes sin ayuda alguna, sino que había sido bendecido por el brasileño que dejaba su mandato y, además, había recibido un consejo que se convertiría en la estrategia del suizo: "Seduce a los países chiquititos, hazlos sentir importantes, visítalos, entrégales dinero para planes de desarrollo y todo eso. Vale lo mismo el voto de Islas Cook o Vanuatu que el de Inglaterra. Así ganas".

Aquella frase, que salió de boca de Julio Humberto Grondona, fallecido presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, permitió que este hombre que provenía del mundo del hockey sobre hielo lograse convertirse en el máximo responsable del fútbol mundial.

 

Además, conformó una sociedad, que luego causaría su escandaloso final, con el ex futbolista Michel Platini durante sus años como secretario general, el segundo cargo más importante del organismo.

Didier Deschamps sería el primer capitán en levantar una Copa del Mundo luego de la victoria de Blatter en los comicios, mientras el mundo del fútbol se preparaba para algo inédito: el trofeo debía viajar cuatro años después, y por primera vez en la historia, a Asia.

Antes del inicio del Mundial de Corea Japón 2002, en mayo Blatter volvió a vencer en las urnas, esta vez al camerunés Issa Hayatou, presidente de la Confederación Africana de Fútbol, sin la necesidad de llegar a segunda vuelta, ya que el suizo superó el 75% de los votos y en su victorioso discurso habló de la casa madre del fútbol como "una gran familia".

Meses antes, había salido inmune de un congreso extraordinario en Seúl, organizado por el secretario general de la FIFA, Michel Zen-Ruffinen, en el que se lo acusó de corrupción y de otorgar sobornos a cambio de votos. Pero su postura de "Se me trata como a un criminal" le valió para que el propio Zen-Ruffinen terminara levantando la mano al momento de votar por la paz dentro del ente rector.

 

Tras las elecciones, en junio comenzó el polémico Mundial de Corea y Japón, que será recordado –entre otros aspectos– por la manera en que el combinado surcoreano alcanzó las semifinales del certamen, eliminando a Italia en octavos de final y a España en cuartos de con pésimos arbitrajes del ecuatoriano Byron Moreno y el egipcio Al Ghandour, respectivamente.

Con más poder e impunidad que nunca, en 2003 se animó a escribirle una carta al mismísimo Juan Pablo II para pedirle que la Iglesia católica aceptara el divorcio y así él pudiese casarse con su tercera mujer, Graziella: "Le pido urgentemente que abra las puertas de la Iglesia, que haga saltar las cadenas del derecho canónico escrito por la mano del hombre. (...) Dios es el Dios del amor. ¿Es esta Iglesia también la Iglesia del amor?".

Su petición fue rechazada y tuvo que conformarse con un casamiento a través de la Iglesia Reformista con la amiga de su hija, 26 años menor que él y a quien le otorgó un cargo en el departamento de ayuda humanitaria de la FIFA, antes de separarse meses después.

 

En 2006, Alemania albergó el único Mundial dentro de Europa que se realizó bajo el mandato de Blatter, pero que no por eso no traería conflictos. En la final, en una sospechosa decisión, Blatter se negó a subir al escenario para otorgar el trofeo, por única vez en su extenso mandato.

Nueve años después de aquel certamen que coronó a Italia como la mejor selección, se destapó un escándalo que recae sobre el propio Franz Beckenbauer, una de las glorias del fútbol que al igual que el brasileño Pelé y de Platini se mostraron cercanas a Blatter.

En aquel Mundial, el ex Balón de Oro alemán presidía el Comité Organizador, organismo que pagó 10 millones de dólares a la FIFA para cobrar una subvención de USD 257 millones (a valor actual), en una inexplicable transacción en la que participó el entonces presidente de Adidas, Robert Louis Dreyfus. El empresario fue quien aportó el dinero, que luego cobró en 2005, antes de su fallecimiento en 2009.

 

Un año después, Blatter conseguiría ser reelegido presidente por tercera vez consecutiva en un congreso histórico, ya que no fue necesario votar y el suizo logró cuatro años más de mandato por aclamación popular.

"Siento una gran alegría en mi interior al aceptar el mandato de presidente que me otorga el 57º Congreso de la FIFA para el período 2007-2011. Estoy feliz, y juntos afrontaremos el desafío de cuatro años muy importantes para el fútbol", exclamó el directivo, quien ya había conseguido cambiar la fecha de la elección, originalmente debía realizarse en 2006, pero coincidía con el Mundial.

Esto no hubiera sido posible si no hubiese cumplido con su palabra de llevar la Copa del Mundo lejos de Europa, y el turno ahora era para Sudáfrica en 2010. El país más austral del continente más pobre del planeta fue elegido por sobre Marruecos y Egipto, en una votación también sospechada de fraudulenta.

La tierra de Nelson Mandela, que ya había celebrado un Mundial de Rugby en 1995, ahora debía construir enormes estadios para albergar al fútbol por un par de semanas. Esas gigantes construcciones, con el paso del tiempo, se convirtieron en elefantes blancos que hoy en día decoran un paisaje rico solamente en naturaleza.

 

Tras la primera vuelta olímpica de la selección española en su historia y una nueva frustración de Holanda, que había llegado a una nueva final pero regresó con las manos vacías, era el turno del suizo de conseguir un cuarto mandato.

"Les agradezco su confianza, de todo corazón. Juntos vamos recorrer los próximos cuatro años, siempre y cuando Dios me conceda la vida, la energía y la fuerza de continuar", exclamó Blatter luego de una agobiante recta final hacia las elecciones de 2011, en las que, finalmente, fue el único candidato.

El entonces presidente de la Confederación Asiática de Fútbol (AFC), el qatarí Mohammed bin Hammam, era el rival de Blatter, pero se vio obligado a retirarse unos días antes del inicio de los comicios, suspendido de por vida por un caso de compra de votos en su campaña.

Siguiendo aquel consejo de Julio Humberto Grondona de dar poco a los que poco tienen y dar aún menos a los que tienen más, sólo quedaba un continente que no había albergado el mundial durante su mandato: América.

 

Brasil ya había sido elegido sede en 2007 y el brasileño Ricardo Teixeira, presidente de la Conmebol y uno de los tantos aliados de Blatter, derramó lágrimas al anunciarlo: "Tenemos todo preparado para organizar muy bien esta Copa Mundial. Estoy seguro de que el apoyo del gobierno será grande y acogeremos una gran competición".

Los muros del imperio que Joseph Blatter había heredado de Joao Havelange se habían vuelto aún más altos, más resistentes y más oscuros con el paso de los años. Ninguna denuncia, acusación o investigación podía atravesar la burocracia corrompida que representaba "su" FIFA.

Cuando todos ponían sus ojos en Platini como el sucesor de Blatter en las siguientes elecciones, una nueva era comenzaba en el fútbol y provocaba que "Sepp" se negase a soltar el timón: los petrodólares.

 

Los jeques árabes fueron penetrando en el mundo del fútbol, primero comprando clubes y luego llevándose estrellas a sus propias ligas, pero eso era apenas el inicio de un plan que necesitaba la presencia del suizo en el poder.

Por primera vez, la prestigiosa Copa Intercontinental abriría sus puertas a las mejores escuadras de cada continente y cambiaría su nombre a "Mundial de Clubes", para albergar un certamen que incluso se mudaría de Japón a los Emiratos Árabes durante sólo dos ediciones, 2009 y 2010.

Sin embargo, no era ese el mundial que pretendían albergar los jeques árabes y, por eso, en diciembre de 2010, con 12 años de anticipación, la FIFA anunciaba que Qatar sería sede de la Copa del Mundo de 2022.

Ante la atenta mirada de Estados Unidos, que caía derrotado y veía cómo su histórico rival político, Rusia, se llevaba el Mundial de 2018 a sus tierras, aquella elección sería la grieta que generaría la caída de su enorme muralla.

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Michel Platini y Joseph Blatter, la sociedad que provocó sus sanciones

Hasta ese momento, los dos astros del fútbol mundial que se habían mostrado cerca de Blatter habían sido Platini y Beckenbauer, cuyas peticiones habían sido complacidas por el mandamás de la casa madre, quien ahora sumaba un nuevo aliado: Pelé.

El brasileño fue una de las figuras que aparecieron en cada fotografía relacionada con el certamen y esto le valió discusiones con el gobierno de Dilma Rousseff, por los atrasos en las obras. "A la FIFA no la pueden culpar de nada", había declarado el ex delantero del Santos, en un claro gesto de obediencia hacia el ente rector del fútbol mundial.

A pesar de las protestas del pueblo brasileño ante la inminente crisis que acechaba a su país, el Mundial se realizó, Alemania dio la vuelta olímpica y nuevamente un europeo se consagraba campeón ante los ojos del suizo.

 

La Justicia de Estados Unidos comenzaba a investigar los manejos de los dirigentes de la casa madre del fútbol a través de sus bancos y Platini no toleraría esperar cuatro años más para ser presidente de la FIFA, pero Blatter no pensaba ponerle fin a su trabajo e iría por una nueva reelección.

Sin embargo, el corazón de aquel que le había enseñado cómo permanecer en el poder eternamente, que le conseguía el apoyo necesario de la Conmebol y la Concacaf año tras año y que estabilizaba el avión ante cualquier turbulencia, dejó de latir el 30 de julio de 2014 y la fortaleza de Blatter quedó enterrada junto al cuerpo de su aliado, Julio Humberto Grondona.

El 27 de mayo de 2015, un grupo de fuerzas especiales ingresó al hotel Baur au Lac de Zúrich y se llevó consigo a siete altos dirigentes de la FIFA, que se encontraban en Suiza para presenciar el Congreso que se celebraría dos días después.

Entre los directivos acusados por la Justicia estadounidense estaban el uruguayo Eugenio Figueredo, vicepresidente del comité ejecutivo y ex titular de la Conmebol; el paraguayo Nicolás Leoz, ex presidente de la Conmebol; el brasileño Jose Maria Marin, ex presidente de la Confederación de su país; Jack Warner, de Tirinidad Tobago, y Jeffrey Webb de las islas Caimán, vicepresidente del Comité Ejecutivo.

 

Sin hacer caso a las señales del destino, el suizo se presentó en las elecciones el 27 de mayo y en una votación donde sufrió la traición de la Conmebol, que no votó unida a favor de él, logró ganar en segunda vuelta, luego de que el príncipe jordano Ali bin al Hussein decidiera bajarse.

"Asumo la responsabilidad de recuperar la imagen de la FIFA. Juntos lo podemos hacer", exclamaba Blatter, luego de aquella victoria que lo blindaría con una especie de chaleco antibalas de cristal, el cual se destrozaría ante siguiente disparo.

Menos de cinco días después de pedir unidad en busca de una FIFA que recupere el brillo que había perdido durante sus años de mandato, el suizo comprendió que 2019 era una meta demasiado lejana como para llegar con fuerzas y por eso convocó a una conferencia de prensa para anunciar su indeclinable renuncia.

A partir de entonces, quienes habían sido sus socios durante todos estos años se fueron sentando uno por uno en los tribunales de la fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, y con el simple objetivo de conseguir una reducción de penas, detallaron de qué manera destruyeron a una federación tan importante como la FIFA.

 

Los puñales de sus aliados se acumularon en su espalda, como el de Michel Platini, quien anunció que iría por la presidencia en febrero, pero el que más le dolió fue el de su propio organismo, que ordenó investigarlo y suspenderlo.

La sanción que comenzó siendo de 90 días, tanto para él como para el ex futbolista francés, se extendió a 8 años y finalmente el Comité de Apelaciones decidió que sea de 6 años alejado de toda actividad relacionada con el fútbol, por haberle pagado 2 millones de dólares al ex futbolista de la Juventus en concepto de trabajos de asesoría, realizados durante la campaña para su primera elección.

Tanto sufrimiento no era suficiente y el mundo tuvo la oportunidad de reírse de Blatter el 20 de julio, cuando el humorista inglés Simon Brodkin irrumpió en la conferencia de prensa que el directivo brindaba y realizó una lluvia de billetes en la cara del suizo que quedará en la historia.

 

 
 

Después de 17 años, cinco mundiales y cientos de escándalos, el final de su mandato lo encuentra apartado del fútbol, lejos de quienes eran sus aliados y bajo la lupa de la Justicia estadounidense, que no descansará hasta ponerlo tras las rejas. Blatter dejó de ser el verdugo y ahora sabrá lo que es ser el decapitado.

“Buscar lo que es verdadero no es buscar lo que es deseable”

Albert Camus