Cuando Gabriel Heinze asumió como entrenador leproso hace un año, la expectativa era tan grande que pocos podían imaginar que el ciclo terminaría sin pena ni gloria y con una gran decepción de parte del hincha. Pocas veces se consigue un entrenador con el consenso unánime que tenía el Gringo al llegar al Parque, tal vez por ese motivo la sensación de la gente es de mucho fastidio, sin entender cómo tanta euforia concluyó en bronca y malestar.

El Gringo no consiguió ninguno de los objetivos. Ni los de máxima, esos que se dan cada una década, como ganar un título. Tampoco los mínimos que se podía exigir, como entrar a la Sudamericana o ganar un Clásico. Pasó vergüenza en la Copa Argentina, deambuló con irregularidad en la Liga y donde mejor hizo pie, en la Copa Sudamericana, se quedó en un cruce de octavos que al final fue poco. Irremediablemente el entrenador admitió el fracaso (aunque no guste la palabra) y confirmó su salida, para descomprimir tensiones en la despedida ante Defensa y permitirle a la dirigencia trabajar en la búsqueda de su reemplazante.

“Lo más lindo es estar en un lugar donde uno trabaja, pero también pone el corazón. Hay muy pocos lugares donde eso me puede pasar y este es uno”, admitió con un alto grado de sentimentalismo Heinze, quien reconoció: “No creo que haya un regreso, ya vine como futbolista y como entrenador, desde otro lugar no me veo. No pienso en una revancha porque hice muchas cosas bien. Siempre voy a tener mi corazón acá”.

Heinze siempre dijo que al aceptar sentarse en el banco leproso ponía en juego el cariño de los hinchas. Y eso quedó claro. Se la jugó, se sumó cuando muchos dijeron “no” y le fue mal, aunque él encuentre cosas positivas. Tal vez la despedida, el lunes a las 21.30 ante Defensa y Justicia, no será la que imaginó al asumir. Pero el hincha seguramente le reconocerá su sentimiento leproso, el haber sido campeón como jugador, y los aplausos no faltarán en el acto final.

No jugar nada en un torneo argentino donde casi todos los equipos están involucrados en alguna disputa es la mejor reseña de un año deportivamente flojo. Sin chances de ingresar a una Copa, sin posibilidades de avanzar a cuartos en este torneo, la única relevancia para los jugadores leprosos será tener un cierre digno con su gente en casa. Y aunque aún no esté el nuevo entrenador, mostrarse un poco no le vendrá mal a nadie.

Después habrá que ver quiénes siguen o se van. Algunos tendrán una última función, otros deberán esperar la decisión del DT elegido, y el resto esperará con ansiedad barajar y dar de nuevo. Olvidar rápido este 2023 y enfocarse en un nuevo ciclo, que tal vez no arranque con tanta expectativa como hace un año cuando asumió Heinze, pero que buscará cerrar de mejor manera. La vara quedó baja, aunque la expectativa previa era muy alta. Puede fallar.