Luis Rodríguez tenía la decisión tomada de no jugar más en Colón. Entendía que su ciclo estaba cumplido y que no tenía más nada para darle al equipo. Habló con Eduardo Domínguez para expresarle su postura y el DT lo entendió, más allá de pretender que se quede.

Parecía que los días del Pulga en Colón estaban contados. Lo manifestó públicamente y pidió que el presidente sabalero José Vignatti cumpla con su promesa y lo deje ir. Pero Vignatti fiel a su estilo de conducción a la hora de negociar, se mostró inflexible.

Con el contrato firmado hasta junio, hizo valer su postura. Existieron un par de charlas mano a mano entre el delantero y el máximo dirigente rojiengro. Y siempre Vignatti se encargó de decirle que lo necesitaban y que debía quedarse a cumplir el contrato.

En caso de no hacerlo, Rodríguez debía resarcir económicamente a Colón. El futbolista creyó que podía marcharse sin dejar un dinero. Pero Vignatti se encargó de dar por tierra esta posibilidad. Incluso Roberto San Juan representante del Pulga vino a Santa Fe y se reunió con Patricio Fleming, José Alonso y Horacio Darrás para limar asperezas.

Lo concreto es que ante la decisión de Rodríguez de no estar más en Santa Fe y la presión mediática que ejerció, Vignatti le respondió con el contrato en mano, pero además sin ceder ni un metro ante la determinación del jugador y el bombardeo mediático, del cual se hacía eco Atlético Tucumán.

Y a diferencia de otros casos, en los que un jugador puede quedarse a desgano, el Pulga entendió el contexto y se potenció. Hoy es la figura de Colón y de los mejores jugadores del fútbol argentino y el Sabalero lo disfruta. Vignatti no cedió, ganó la pulseada y el hincha sablero se lo agradece. Lo demás lo hace el jugador dentro de la cancha.