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Información General 22.07.2018

CULTURA

Sobre el 95º Salón de Mayo del Museo Rosa Galisteo

El pasado jueves, como parte de la agenda de actividades del 95.º Salón de Mayo, se realizó en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez un encuentro con artistas, críticos, estudiantes y vecinos de la ciudad.

Fuente: Por Dra. Isabel Molinas para El Litoral

El jueves 19 de julio, como parte de la agenda de actividades del 95.º Salón de Mayo, se realizó en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez un encuentro con artistas, críticos, estudiantes y vecinos de la ciudad. El eje de la actividad fue el diálogo sobre el Salón y el trabajo del jurado convocado para la selección y premiación de las obras, labor que en esta edición compartimos con Carina Cagnolo y Nancy Rojas. 

Desde las célebres críticas de Baudelaire al Salón de París de 1859 hasta los debates actuales, sabemos que cada nueva exposición es siempre motivo de polémica. En esta oportunidad, la difusión en redes sociales y la repercusión en medios nacionales convirtieron al Salón en un foco de debate y, al mismo tiempo, en una de las oportunidades más productivas para conversar sobre qué es el arte hoy, qué marcas reconocemos en el arte contemporáneo, de qué depende que una obra ingrese al museo, cómo mirarla y desde dónde construir sentido, entre otras cuestiones. Esta es una primera serie de preguntas en las que, deliberadamente, excluimos aquellas que volverían sobre ese “me gusta” o “no me gusta” o sobre aquel “me enoja” que se anima a aventurse hasta el taller de los artistas, para cuestionar si lo que producen es arte. Siempre pensé que Facebook e Instagram tendrían que incluir la opción “me emociona” para decir de manera sintética la impresión que nos produce una imagen, una palabra, un gesto que impregnado de arte cifra los esfuerzos de una vida.

 

Recordar, Sánchez Goldar, 2018, detalle2Foto: Isabel Molinas.


 

Ahora bien, volvamos al tema que nos convoca: ¿en qué consiste la tarea del jurado y qué se premia? La primera respuesta que me gustaría compartir refiere a la importancia de la convocatoria y al número de artistas que se inscribieron: evaluamos cuatrocientas ochenta y ocho carpetas de obras y proyectos, individuales y colectivas, de las cuales se seleccionaron cuarenta para integrar la exposición. La ganadora del Premio Adquisición “Gobierno de la Provincia de Santa Fe” es Soledad Sánchez Goldar, por su obra Recordar, 2018, textil (letras de crochet sobre seda lavada y batista, 120 x 300 x 2 cm). En la fundamentación remarcamos que “la producción de la artista propone una reflexión en torno a la memoria como práctica política y poética, que cobra especial interés pues contempla la participación del espectador, quien se ve interpelado a partir de las condiciones de legibilidad de la obra”, y también señalamos que Sánchez Goldar cuenta con una producción artística “sólida y sostenida en el tiempo”. 

Sabemos que toda obra es un mosaico de citas, un espesor de capas a través de las cuales se establece un diálogo con la producción anterior del artista, con su época, su particular vínculo con la historia, una posición política, una concepción estética y, fundamentalmente, la decisión singular de llevar adelante un proyecto que a partir de la experimentación formal, material y simbólica construya sentido. De allí que cuando me preguntan qué valoro de una obra, mi respuesta se centra en el modo en que las obras nos interpelan, en el aura que nos lleva a mirar de cerca y, al mismo tiempo, en ese resplandor que nos alcanza cuando dejamos de mirarlas. Los textiles de Sánchez Goldar no admiten que los veamos por TV o que compartamos su imagen en las redes porque no vamos a ver nada. Ni siquiera hemos podido hacer una buena foto en la que tanto las inscripciones sobre el fondo blanco como sobre el fondo negro no pierdan visibilidad. Como señala la directora del Museo, Analía Solomonoff, en el catálogo de la exposición: “nuestra mirada, la de todos, es aquella que completará entonces su sentido, potenciará su discurso, su poesía y su fuerza”. Cuando vemos el primer premio se actualizan en nuestra memoria una serie de imágenes diversas: los pañuelos y las rondas de Madres de Plaza de Mayo, junto al Cuadrado negro de Málevich, la escultura Igual-paralelo: Guernica-Bengasi de Richard Serra y, un poco más lejos en el tiempo, aquella página completamente negra que enuncia el silencio en el Tristam Shandy de Laurence Sterne, entre otros textos emblemáticos. Premiar implica, entonces, leer esa pluralidad de voces y valorar las estrategias con las que la obra habla y conmueve al espectador.  

La importancia del nombre propio

El Premio Estímulo “Ministerio de Innovación y Cultura” es otorgado a Julia Levstein por su obra Vocabulario, 2018, instalación (10 metros de fieltro enrollado, con letras en tela aterciopelada roja, 200 x 200 x 180 cm). El trabajo es, en sí mismo, un proyecto en expansión, un archivo que reúne los nombres de artistas visuales contemporáneas, mujeres, lesbianas y trans de la provincia de Córdoba. A partir del método bola de nieve, Levstein contacta a siete artistas y las invita a que nombren a otras siete y así sucesivamente.

Como señala Foucault el nombre de autor es mucho más que un nombre propio, es una descripción, una función característica del modo de existencia, de circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una sociedad. De allí la relevancia de premiar una obra que registra los nombres de quinientas treinta mujeres en la historia del arte argentino y que en su devenir sumará muchas más. Quizás, una de las cuestiones más inquietantes sea el título: Vocabulario. 

¿Qué lecturas promueve una obra que incorpora a nuestro diccionario una larga serie de nombres que modifican no sólo el orden de los discursos sino también las condiciones y el modo en el que esos discursos se ejercen? Tan importante como detenernos a ver si las letras de esos nombres son de fieltro o de terciopelo es profundizar en la dimensión política de esta acción poética colectiva.

En síntesis, ser jurado de un Salón es una disposición física, intelectual y emocional; un espacio de trabajo compartido; el ejercicio de una práctica política y estética; el tiempo para celebrar junto a los expositores; el pretexto para volver varias veces al museo durante los meses que dura la exposición y, finalmente, una magnífica ocasión para vivir y pensar juntos.

“El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo”

Paulo Coelho