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Deportes 20.10.2018

EL LEGADO DE LOS JUEGOS DE LA JUVENTUD

Sólo habrá éxito garantizado si se aprovecha el envión para el desarrollo deportivo

El gran desafío es que el fervor popular y la cosecha de medallas no oculten un contexto que se presume difícil para invertir en el fomento del alto rendimiento.

Fuente: Clarín

Al fuego del pebetero olímpico le quedan horas y cuando hoy se apague y la aureola de Buenos Aires 2018 desaparezca para siempre, al menos quedará el recuerdo de que alguna vez, durante trece días, el espíritu olímpico ardió en la capital argentina hasta impregnar el aire y dejar ese vacío que dejan los hechos que se añoran.

Si bien los sucesos o los sentimientos no tienen por qué servir para algo sino más bien merecen ser vividos con intensidad y como aprendizaje, la pregunta de para qué sirvieron estos Juegos de la Juventud flota en el ambiente. Tanto en quienes no saben un pomo del mundo de los cinco anillos como en los que siempre rogaron por esta chance de ser partícipes.

Quienes miden la vida en números están de parabienes: valorarán a Buenos Aires 2018 como los Juegos de la Juventud con mayor cantidad de espectadores. Tienen la estadística de su lado: 974.413 mortales, incluidos 200.000 alumnos invitados, ya concurrieron a las sedes, con picos de 33.000 en el Parque Olímpico, 16.000 en el Verde, 6.500 para ver Argentina-Brasil en futsal y 4.500 en La Boya del CASI para el oro de Los Pumitas.

Tecnópolis fue una invasión para semifinal de futsal entre Argentina y Brasil.Foto: Germán García Adrasti

Tecnópolis fue una invasión para semifinal de futsal entre Argentina y Brasil. Foto: Germán García Adrasti

Si se les suman los 200.000 que presenciaron la impactante ceremonia inaugural y todavía siguen con la mandíbula en el piso desde que vieron bajar a una acróbata portando la bandera argentina desde la punta del Obelisco hasta el suelo, con la piel erizada por las estrofas y los acordes del Himno, el total destrozó la cifra de los 610.000 que vivieron Nanjing 2014.

Ahora bien, la aritmética es una cosa y la experiencia de vida es otra. Bastante tienen los argentinos con ser tratados como números sin nombre en indicadores de una calidad de vida cada vez más pauperizada. Cada uno de los espectadores que pisó una sede olímpica ya no es el mismo. Y eso no se explica con calculadoras.

El básquetbol 3x3, plagado de hinchas.Foto: Maxi Failla

El básquetbol 3x3, plagado de hinchas. Foto: Maxi Failla

Si el razonamiento suena ingenuo o romántico, se pide perdón. Pero bastó caminar los Parques, hablar con amigos que se bancaron horas de cola, disfrutar como un espectador más junto a la familia o a un grupo de alumnos a cargo y meterse un ratito –sólo un ratito, para no morir- en redes sociales para advertir que Buenos Aires 2018 no fue números.

Fue un microclima que se expandió por las pantallas de los canales que hasta cuadruplicaron sus ratings. La gente quiso ver deportes -los tradicionales y los novedosos- en vivo y por la tele. Si hay una oferta interesante, el mercado está. Agendarlo.

¿Por qué carajo no hacen la ceremonia en un estadio y dejan de cortar la 9 de Julio?”, fue la pregunta de miles que el sábado 7 igual se prendieron a ver subir atletas, ciclistas, remeros y garrochistas por las caras del Obelisco.“¿A quién le importan estos Juegos del Hambre?”, inquirieron otros que de golpe y porrazo terminaban alentando a las Kamikazes del beach handball o llorando con Delfina Pignatiello, que se tiró a la pileta a ganar la plata en 800 metros libre días después de la muerte de su abuela. “¿Por qué gastan todo este dineral para hacer los Juegos de Macri mientras la gente se muere de hambre?”, era el otro interrogante ramificado en esa grieta fomentada por el poder y apropiada por argentinos ansiosos por demoler al que piensa distinto.

Estos Juegos se hicieron por una decisión política que en 2013 tomó el Gobierno porteño, con el necesario aval del Gobierno nacional de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y obviamente fomentado por el de Macri que la sucedió. Sacar rédito político en público por su éxito sería tan mezquino como lo fueron los opositores por la oposición misma.

Hubo de “200 a 215 millones de dólares” que Gerardo Werthein, presidente del Comité Organizador, reconoció ante Clarín como “gastos operativos” de estos Juegos. Los “450 millones de dólares” que el Ministerio de Desarrollo Urbano porteño deslizó como “gastos en infraestructura”, incluyendo la Villa y el Parque Olímpicos, son inversiones que perdurarán.

Sería ingenuo creer, en un país como Argentina, que por más que las licitaciones hayan sido realizadas mediante el sistema de Buenos Aires Compras, no haya habido contratistas beneficiados y adjudicaciones con sobreprecios.

Los números finales estarán cuando, como pasa con todos los eventos olímpicos, el Comité Organizador deba presentar el reporte oficial ante el COI. Toda duda que haya antes o toda duda que quede después deberá ser estudiada por algún fiscal para saber si existe alguna denuncia judicial pasible de ser realizada. Y probada.

El éxito de estos Juegos, por lejos, lo motivó la gente. Los argentinos que invadieron en familia los Parques hasta obligar a cerrarlos en picos de convocatoria. Un desborde que sorprendió hasta a la organización, que limitó a 600.000 esas pulseras que fueron el Pase Olímpico gratuito y que se prestaron entre conocidos porque no tenían nombre y apellido. La idea era abrir los Juegos al público. Y el público se los apropió, alentó a rabiar a los de celeste y blanco que ni conocía y hasta a las basquetbolistas iraníes que no le podían hacer puntos a las húngaras en el 3x3.

El público llenó el Puente de la Mujer en Puerto Madero para seguir el oro de Sol Ordas en remo.Foto: Guillermo Rodríguez Adami

El público llenó el Puente de la Mujer en Puerto Madero para seguir el oro de Sol Ordas en remo. Foto: Guillermo Rodríguez Adami

Sin fútbol local y con la Selección en recambio y mirada con desinterés, niños, adolescentes, padres, abuelos y familias enteras descubrieron que existen otros deportes. De repente, se encontraron festejando un “10” de Agustina Giannasio en tiro con arco, se sorprendieron con las piruetas de Iñaki Mazza Iriartes y Agustina Roth en el BMX freestyle y ya están buscando algún muro de escalada para animarse con el arnés.

En el deporte de alto rendimiento se entrena para ganar. O para subir el podio. O para batir una marca personal. O para mejorar el puesto del último torneo. El objetivo del atleta es lograr su mejor versión justo bajo la peor presión. A algunos les pesa el pánico escénico y otros se potencian. Y en estos Juegos se vieron ejemplos de alegrías y desazones, que pegaron fuerte porque son pibes de 15 a 18 años los que pusieron el cuerpo. Por eso ovacionaron a todos y les pidieron fotos.

Nazareno Sasia, enorme proyecto olímpico a futuro.Foto: Juan Manuel Foglia

Nazareno Sasia, enorme proyecto olímpico a futuro. Foto: Juan Manuel Foglia

Hay quienes dirán que estos Juegos sirvieron para mostrar el crecimiento del deporte argentino. Pura vanidad. Son los que se fijan nada más en las medallas de un medallero no oficial ni promovido por el COI. Claro que es tan cierta la cosecha de preseas para la mayor delegación de los Juegos -lógico, por ser la anfitriona- como que los resultados llegaron como corolario de un proceso histórico de detección de talentos jóvenes, que se desarrolló con filtros durante tres años. Así se trabaja en las grandes potencias. Así no se suele trabajar habitualmente en la Argentina. ¿Así se seguirá trabajando? Pavada de gran interrogante.

Es que el sistema de becas del ENARD y de la Secretaría de Deportes no está pensado para impulsar a los jóvenes sino para premiar a quien llega a su primer logro, generalmente con el apoyo de su familia y amigos. Y luego se le pide resultados para renovar esa beca. Algo lógico, claro. Aunque lo más lógico sería pensar en ciclos olímpicos y no dejar en banda a estos 142 argentinos aplaudidos en los Juegos. Sus becas caducarán apenas se apague la llama y está en estudio cómo se reformulará el apoyo.

No ayuda el contexto del cambio de secretario de Deportes, ajuste presupuestario y una devaluación que hizo mella y generará una merma en la capacidad del ENARD para solventar las mismas giras al exterior y compras de equipamiento deportivo que antes, al ser todo en dólares.

El beach handball fue furor en Parque Sarmiento.Foto: Maxi Failla

El beach handball fue furor en Parque Sarmiento. Foto: Maxi Failla

El deporte es esa vía poderosa de inclusión social que merece financiación. El sector privado debe salir del clóset y entender que asociar su marca a valores que muestran los atletas es una inversión potente. Es insostenible como modelo que el deporte argentino de alto rendimiento sea sólo bancado por los ciudadanos de a pie. Sus contribuciones son las que administra el ENARD y son las que administró el Gobierno porteño para financiar un millonario presupuesto del cual debe rendir cuentas. No alcanza con revisar en Internet.

Será imprescindible cuidar y mantener la inversión en infraestructura y materiales deportivos en el Parque Olímpico al que Nación, Ciudad, el ENARD y el COA quieren transformar en el nuevo CeNARD. Tan imprescindible como evitar que si se abandonan las instalaciones de Ñúñez, esas hectáreas se conviertan en un negocio inmobiliario para pocos.

Es intangible el impacto de estos Juegos de la Juventud en los pibes que vieron de todo y participaron en algunos de los espacios de iniciación deportiva en los que animadores o ex atletas de renombre les enseñaban la técnica de su disciplina. Tan intangible como lo fue la exposición de Buenos Aires hacia el mundo como destino turístico.

Promover el deporte en la niñez mejora la calidad de vida y marca caminos alejados de las malas tentaciones. Llevar a cabo procesos largos de entrenamiento con objetivos claros es el mejor camino para lograr resultados en el alto rendimiento. Pero para tener atletas no se puede recortar en salud ni en educación, porque un deportista no nace de un poroto. Es parte de una sociedad. La misma sociedad que después llora con ellos en las malas y en las buenas.

Si se concibe a estos Juegos Olímpicos de la Juventud como la síntesis entre la transmisión de valores y el desarrollo deportivo, habrán valido la pena. Si no se aprovecha la semilla sembrada y sólo se aplauden las medallas y el millón de espectadores, no habrán servido de nada. Y sólo se recordarán por las selfies en ese pebetero que pronto se apagará.

“El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo”

Paulo Coelho