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Espectáculo 21.12.2017

PETTINATO, LOS REGALOS DE NAVIDAD Y LOS PARIENTES PREGUNTONES

Ya se acerca Nochebuena y con ella, lo mejor y lo peor de la familia.

Fuente: Clarín

No quiero ver los regalos. Sé que no me van a gustar, pero siempre busco el más chico de ellos. ¿Por qué? Porque me indica cuánto me quiere tal persona y cuánto se preocupó en pensar en mí. Y todos sabemos que cuanto más numerosa es la familia más insignificantes serán los regalos. Todos sabemos que somos muchos y todos sabemos que cualquiera sea el otro, reparará sólo en la cantidad.

“¡Qué bueno, un destapador!”. “¿Te gusta?”. "Sí, claro. Espera que abro otro", y recorriendo la multitud con falsa alegría gritás: “¡Eh, vivaaaaa, un imán de la iglesia de México para la heladera! ¿Quién fue, quién fue?”. Lo peor no sucede hasta que los adultos se miran entre sí diciéndose sin hablar: “Yo siempre le regalo algo a tu hijo y vos jamás al mío. ¡Parece que Papá Noel sólo viene para los tuyos!”. Y ahí pienso: “No es por tacaño ni olvidadizo... ¡Es que jamás pensé que mi hermana se acordaría de mis dos hijos menores! Bueno, de todos modos jugarán con todos los juguetes a la vez y en comunidad, no van a preguntar de dónde vinieron”.

se acercan las fiestas conocidas como “el estrés mejor colgado y decorado del mundo". Todo es estrés: desde una marca de sidra para llevar al encuentro a la encuesta familiar sobre el tránsito y cuál es la hora ideal para “ir llegando”.

¿Dije sidra? ¡No quise hablar de vinos que te hagan quedar bien y tu cuñado disfrute y acepte! “¿Este de dónde es?” “Mendoza o Salta o no sé, pero es riquísimo. ¿Probamos?”. “No lo conocía. Mirá que conozco Mendoza y Salta”. “Hum, sí, sí -le decís vos-. Es una bodega gourmet del otro lado de la montaña". "Ah, mirá, ¿de qué lado?“. "De ese, no. Del otro”, mentís y disfrazás desde tu ánimo hasta la forma de comer. De pronto, sos educado, adaptable, chistoso y buen padre, buen hermano y excelente hijo.

Lo cómico en el caso del “famoso de la familia” es que todos tienen preguntas para vos. ¿Vos? Ninguna para nadie. ¿Y respuestas? ¡Tampoco!

“Fulana de tal, ¿cobra? ¡Está bárbara, qué vedette!”. “No lo sé“. “¡Vamos, vamos, que en ese ambiente se sabe todo y todos se acuestan con todos!”. ¡Lo increíble es que enfrente tenés un pariente que lleva 30 años en un taller mecánico de alta precisión. y no se te viene a la cabeza ni la diferencia real entre una nafta y otra!

Pero de onda, para quedar a tono decís: "¿Cómo va el taller? Hay trabajo?” “300. Cobran 300 dólares. ¡Más! ¿Vos decís más?”, interrumpe el anterior.

Así es. Punto.

Pero el encuentro con los parientes es el terror, que hacia el final sólo los cohetes y los petardos borran de la memoria de todo el mundo. Y los irascibles y mal humorados aparecen y te encaran en la mitad de la cena.

“¿Mamá?”. “Soy tu tía, infeliz!”. “Ah, sí, claro... de parte de papá”. “¡De tu madre, salame!”.

El paso del tiempo. Llegan las fiestas y no sabemos si ya pasaron. Entramos desde esta fecha hasta el 25 a la mañana en coma 3 y siempre te sorprendés diciéndote: “Pensé que era 23. Ya es 24... O sea que hoy a la noche..." En un día como hoy pienso si debo o no comprar un árbol enano de Navidad, de puro plástico y con bolas que no se rompan.

Reniego del plástico y también de no poder gritar más: “¡Guarda que explotó una bola de Navidad y se fue al suelo! ¡Son vidrios!”. Vidrios sí, que jamás cortaban a nadie.

Y ahora pienso que debería dejar esta columna en este instante y salir corriendo a buscar ofertas de pan dulces secos y con forma de tostada.

Quiero buscar ofertas. Pero no quiero ver los regalos. Quiero conseguir 2x1 en kilo de helados para todos e irme lo antes posible.

No sucederá.

¿Por qué?

Porque las fiestas sirven para darte cuenta que tenés una conexión. Que hay un cable enorme que nos une para siempre. Está en vos. ¿Vivo cortándolo o me dejo envolver?

 

“El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo”

Paulo Coelho