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Salud 18.07.2017

SALUD

Detectan síndrome de burnout en el 26 % del personal del Hospital Cullen

Son cuadros de estrés, cansancio y hasta agotamiento emocional que es importante prevenir y contener para que los médicos y enfermeras puedan trabajar mejor y no se afecte la atención a los pacientes.

Fuente: El Litoral

Cada vez que Rosa Escobar, enfermera jefe, abre la puerta de la Guardia del Hospital Cullen se enfrenta con la angustia, el fastidio y también con el dolor. “Estamos acostumbrados a trabajar con los pacientes, incluso en situaciones de vida o muerte, nos preparamos para eso; pero es muy difícil contener a sus familiares, que nos suelen gritar y maltratar. Lo que más nos cansa es la pelea continua con el familiar”, confiesa.

 

“El sueldo de un médico de guardia, en un trabajo híper riesgoso, es irrisorio. Cuando lo comparo con los altos cargos del Poder Judicial siento muchísima impotencia”, reconoce uno de los doctores de un servicio que cuenta con 35 médicos —incluyendo los jefes— y 20 enfermeras para atender unas 4.500 personas por mes. De ese total, 170 pacientes llegaron en un estado crítico en junio y necesitaron ingresar al shock room, que cuenta con el equipamiento de reanimación cardiopulmonar y estabilización hemodinámica.

Son solo dos ejemplos que muestran cómo se sienten algunos de los médicos y enfermeras que trabajan en el Hospital Cullen —sobre todo en la División de Guardias y Urgencias—, el efector público que concentra la atención de las personas politraumatizadas en accidentes de tránsito, los heridos de bala, los acuchillados; pero que también tiene que dar una respuesta a los pacientes que llegan con cuadros gripales que se complican, con síntomas cardíacos y con dolor abdominal, entre muchas otras patologías.

 

Hay tres médicos del servicio, los doctores Gabriel Ruiz, Gustavo Theiler y Gabriel Martínez Door, que estudiaron el impacto del síndrome de burnout —esa sensación de sentirse “quemado”, estresado, frustrado— en el hospital. Con encuestas, midieron el nivel de agotamiento emocional, despersonalización —la incapacidad de conectarse con los pacientes— y realización personal entre los médicos y enfermeras. Hablaron con 79 trabajadores (50 médicos y 29 enfermeros) y detectaron 21 casos de burnout, una cifra que representa el 26,5 % de la muestra.

 

“El trabajo se presentó en un encuentro con especialistas de otros servicios de emergencias, que se hizo aquí en el Cullen, como el Heca de Rosario y el Centro de Trauma de Córdoba. El porcentaje que medimos es frecuente entre el personal de salud, pero queremos poner esta patología laboral en foco y analizar qué podemos hacer para prevenir que se nos ‘quemen' los médicos y enfermeras en diez o quince años de trabajo”, explica el Dr. Gabriel Martínez Door, jefe de la División Guardias y Urgencias del Cullen, en una entrevista con El Litoral.

 

El Dr. Theiler, que es jefe de uno de los turnos de guardia, cuenta que cuando realizaron el estudio, además, detectaron que el 60 % del personal encuestado padecía algún síntoma de burnout. “En el caso de la Guardia, la verdad es que cuando se ingresa al servicio, los médicos tienen cierto grado de resiliencia, pero con el tiempo hay muchos profesionales que se van desgastando”, advierte.

 

¿Qué factores influyen?

 

Las causas de esta especie de “fatiga crónica”, en primer lugar, están vinculadas al estrés propio de un servicio de guardia. “Se convive con situaciones de riesgo de vida, con urgencias, pero hay factores extra médicos que también tienen mucho peso”, explica el Dr. Hernán Malatini, subjefe de la Guardia del hospital.

 

Se refiere el aumento de la violencia en la ciudad durante las últimas dos décadas —el año pasado Santa Fe tuvo la tasa de homicidios más alta del país (22,2 cada 100.000 habitantes, con 125 asesinatos)— que influye sobre la gravedad de los casos que llegan al hospital.

 

“Hace más de 20 años que estoy en el hospital y ahora las cirugías son más complejas, porque los daños y lesiones en los pacientes son más graves. Quizás también incide que como mejoró el servicio de emergencias, que tiene médicos en las ambulancias, ahora hay pacientes que llegan al hospital que antes no tenían esa oportunidad”, reconoce Malatini.

 

Como les pasa a las enfermeras, el nivel de agresividad en los familiares de los pacientes —la pérdida de respeto a la chaquetilla— también es un factor que provoca tensiones. Cuando la bronca e impotencia que sienten los familiares se convierte en maltrato y agresión es difícil justificarla, pero también es cierto que el nivel de estrés en los pacientes y su familia es muy alto cuando hay demoras para conseguir turnos, cuando deben soportarse largas esperas para tener un diagnóstico, en personas que tienen dolor, miedo y preocupación.

 

“Yo entiendo que un paciente que tiene lumbalgia, o un dolor más grave, esté muy tenso cuando lleva tres horas esperando. Pero a veces suelen ser dificultades de gestión o estructurales que no tienen que ver con nosotros”, insiste Escobar, que siente que en las enfermeras se suele concentrar —como en un punching ball (las bolsas de arena en las que entrenan los boxeadores)— toda la impotencia que sienten los pacientes, cuando el sistema de salud pública se vuelve lento y burocrático.

 

Malatini agrega una variable más al análisis: el estancamiento de la carrera profesional en el servicio. “Una vez que ingresan, para el médico de planta hay pocas oportunidades de ascenso, de crecimiento profesional. Además, por lo desgastaste que es el trabajo, un profesional no debería estar más de diez años en la misma función. Es un tema que hay que pensar. Hay 6 médicos que trabajaban en el servicio que debieron ser reubicados por casos de estrés”, recuerda.

 

¿Cómo salir de la frustración?

 

En la Guardia del Cullen no solo tienen un diagnóstico del impacto del burnout. También comenzaron a pensar qué se puede hacer para bajar la incidencia de este síndrome.

 

“Se trata de lograr que los médicos y enfermeras no se enfermen por su trabajo; el síndrome de burnout es más complicado que el estrés y requiere de un abordaje interdisciplinario, en el que intervengan distintos profesionales y también la dirección del hospital, el ministerio y los gremios”, propone Martínez Door.

 

Como una de las primeras medidas, el jefe de la Guardia cree que es necesario seguir de cerca cada caso que se detecta, pero en su visión lo más importante es prevenirlo, evitar que un médico o una enfermera se “queme”.

 

En este desafío, el diálogo es clave. “Creo que es necesario hablar con las enfermeras y médicos. Preguntarles cómo se sienten, qué necesitan”, propone Malatini. También cree que se puede pedir la colaboración del Ministerio de Salud, que tiene equipos de psicólogos y psiquiatras que pueden ayudarlos a pensar el tema.

 

Para Escobar, la cuestión económica es un punto relevante (una enfermera puede ganar unos $ 18.000 pesos en un turno de 8 horas, 5 días). “Como con un solo empleo están muy justas, generalmente toman un turno adicional en un sanatorio, que suele ser de 6 horas, y terminan con jornadas agotadoras de 14 horas”, asegura.

 

Además llevan años luchando para ser reconocidas como enfermeras de una unidad crítica, como sucede con las de Terapia Intensiva y Neonatología, que tienen turnos de 6 horas —en vez de 8— y ganan lo mismo que ellas, porque se valora y considera el estrés y la dedicación de su trabajo.

 

Los médicos también tienen varios empleos y eso influye en el cansancio. Quizás con los años, progresivamente, se pueda avanzar a un esquema de dedicación full time, con mejores sueldos y concursos para acceder a los cargos —tanto entre los médicos como entre las enfermeras—, que estimule y premie la carrera profesional y la formación, como sucede en la Justicia.

 

El turno de los médicos de guardia es otro factor que se puede analizar. Las 24 horas se concentran en un día, lo que les permite a los profesionales tener otro trabajo, pero a costa de una jornada agotadora.

 

Son todas propuestas para evitar que los que curan se “quemen”, se enfermen, se “desconecten”. No se trata solamente de ellos: estos son los médicos y enfermeros que atienden a muchos santafesinos cuando están en la frontera entre la vida y la muerte.

 

4.500

pacientes

se atienden por mes, aproximadamente, en la División de Guardias y Urgencias del Hospital Cullen.

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En la trinchera. En el área de guardia del centenario hospital, no solo se atienden las emergencias y personas con politraumatismos, también los pacientes con cuadros respiratorios y muchas otras patologías.

Foto: Archivo El Litoral - Flavio Raina

 

 

 

“Es valioso que se preocupen por el tema”

Federico Fiorilli es el secretario del Tercer Nivel de Atención del Ministerio de Salud. Es la persona que está a cargo de los 12 hospital de mayor complejidad de la provincia. En una entrevista con El Litoral, aseguró que es muy valioso que los médicos de la Guardia del Cullen pongan en foco el estrés laboral y el síndrome de burnout.

 

“Si bien no hubo una presentación formal ante el ministerio, me parece una muy buena iniciativa que lo hayan estudiado y se preocupen por el tema, ya que hay distintas acciones que se pueden llevar adelante”, indicó.

 

El funcionario explicó que en el marco del ministerio hay dispositivos de salud laboral, con equipos interdisciplinarios (que van desde los psicólogos hasta los kinesiólogos) que pueden recomendar medidas para tratar los cuadros de estrés.

 

“Hay medidas internas que se pueden tomar dentro del hospital —por ejemplo, cómo organizar las rotaciones— y otras cuestiones externas que van ayudar. Cuando el Cemafe y el nuevo Hospital Iturraspe estén operativos van a tomar una parte de la demanda que hoy concentra el Hospital Cullen. Van a ser dos hitos muy importantes para la salud pública en Santa Fe”, adelantó Fiorilli.

“El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo”

Paulo Coelho