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Información General 13.05.2017

Eterno viaje del Fitito al corazón de la Argentina

Es un ejemplo de las épocas de austeridad de la industria automotriz. Nació en Italia, en la década del ’50, en tiempos de posguerra. Este año, una automotriz quiere homenajearlo en su 60 aniversario. Su evolución y su legado.

Fuente: Infobae

La leyenda cuenta que una vez un Fitito se rompió y un Mercedes-Benz lo remolcó. El conductor del Fiat 600 le suplicó que no acelerara mucho para no exigir a su humilde auto. Y combinaron que le iba a hacer luces cada vez que vaya muy rápido. Tras varios kilómetros, un Porsche torea al Mercedes-Benz, que no se intimida y acelera. Los dos inician una picada, mientras detrás el Fitito pedía que se detuvieran. Un policía de tránsito vio la secuencia y avisó por radio: "¡Atención, atención! Un Mercedes-Benz gris plata y un Porsche negro están corriendo una picada a más de 270 km/h por la autopista. Y atrás, lo juro por mis hijos y por mi trabajo, viene un Fiat 600 haciéndoles luces para que lo dejen pasar". La leyenda es en verdad un chiste y está dedicado a los puristas del Fitito, un auto de culto en la Argentina.

Es ícono de la reverencia nacional a los autos. Adherida a la idiosincrasia popular, arraigada en el imaginario colectivo, impregnada en el corazón del pueblo. El Fiat 600 fue el Fitito para la escena local, un seudónimo que le concede dosis de ternura y sensibilidad a un modelo de raigambre popular. El Fitito es venerado por la cultura argentina, encarna el concepto del anti-héroe, el último bastión de la mística y la pureza de un automóvil.

Es la historia de un modelo emblemático, de un constructor de estilo, que por generosidad, modestia, practicidad, tesón y fiabilidad se transformó en un auto con identidad y personalidad, la aspiración abstracta que toda máquina desea. El Fitito tiene carácter. Lo saben Santiago Uranga y Juan Manuel Rizzatti, quienes a bordo de su "Brasita de Fuego" unieron Rosario y Alaska en un periplo de 19 meses y 62 mil kilómetros. El 26 de enero de 2013, el día que emprendieron la travesía, el "Fito" no les arrancó. En Chile, en el cruce de Los Andes, se les apunaba cada 500 metros. Pero llegaron, agradecidos con su instrumento de movilidad. "A pesar de las dificultades, este proyecto se hizo posible gracias al auto. No bien nos veían llegar en la Brasita, las personas buscaban la manera de colaborar y a su vez, de formar parte de nuestro sueño", consignaron en Argentina Alaska en Fiat 600, la página de Facebook donde retrataron la gesta del "viaje en Fitito más largo de la historia", que mereció un documental y un libro.

La Brasita también puede ser la "Aceituna", el Fiat 600 verde de Jimena Melcon y Rodrigo Terrén. Ellos viajan con destino a Alaska en busca de historias para contar en fotos, tal vez propulsados por la magia de un automóvil legendario. Ambas travesías descubren la pasión argentina por el Fitito. En octubre -del 14 al 16-, Tucumán será la sede del 15° Encuentro Nacional de Fiat 600, una cumbre anual que congrega a quince filiales de todo el país más una proveniente de Chile. La edición pasada se celebró en Mar del Plata, con casi 250 Fititos recorriendo la ciudad.

En conexión con la figuración social, la justicia argentina determinó en 2016 que el Fitito es "un auto de colección". A Elsa B. le robaron su Fiat 600 de 1970 en el estacionamiento de un hipermercado en Godoy Cruz, Mendoza, en 2013. La dueña demandó a la cadena por la falta de seguridad. En mayo de 2015 un juez civil ordenó una indemnización de 17.000 pesos por daños y perjuicios. Un fallo que no convenció a la víctima: apeló la sentencia y elevó su reclamo a una Cámara Civil. Elsa B. recibió finalmente en un fallo de segunda instancia un monto de 100.000 pesos porque a su vehículo le correspondía un rango de "auto de colección", al tratarse de "rodados de cierta antigüedad, bien conservados, tienen un valor muy superior al valor real de la cosa".

El Fiat 600 podrá parecer mítico, atemporal e inoxidable, pero solo se fabricó desde 1955 hasta 1982. Seat, una compañía española perteneciente al Grupo Volkswagen, construyó este icónico vehículo entre 1957 y 1973 bajo licencia de Fiat. Su simbología no es solo argentina. Es también una pieza clave para contar la historia de España. En el próximo Salón del Automóvil de Barcelona, Seat presentará un prototipo del 600 en homenaje a su aniversario número 60. El concept car respeta las líneas del consagrado diseño de Dante Giacosa: llantas cromadas, tímidos faros redondos y la apertura de las puertas tipo suicidas. La obra será solo visual y nostálgica. No será vuelto a fabricar en serie.

Atrás queda su razón de ser: un auto hecho para motorizar al pueblo. Nació bajo los preceptos de la posguerra. La década del cincuenta encontró a una población europea en recuperación. Para revitalizar una economía en desgracia, la industria automotriz recurrió a creaciones austeras. Costos baratos, fabricación estándar, motorización modesta, carrocería pequeña, economía de combustible, la semilla de los actuales city-cars. El Fiat 600 imitaba el patrón que había instaurado el Volkswagen Beetle, el mítico Escarabajo, conocido como el "automóvil del pueblo". Cuatro plazas, dos puertas, dimensiones pequeñas, alto rendimiento y hecho para perdurar: un auto afín a las exigencias del público.

A comienzos de los sesenta, en su Italia natal ya había vendido más de un millón de unidades. Su producción se internacionalizó. También se fabricó en España, Yugoslavia, Chile, Colombia y Argentina, con una huella imborrable. Fiat Someca S.A. inició en abril de 1960 el ensamble de los 600 bajo el Régimen de Promoción Industrial del gobierno de Arturo Frondizi. El 8 de abril salió de fábrica el primer ejemplar: usaba un motor de 633 cc con 28 caballos. Las versiones D, E, R y S se produjeron en el país hasta 1982, con una cilindrada de hasta 860 cc y una velocidad punta de 125 kilómetros por hora. Sus humildes prestaciones no combatían su versatilidad y su utilidad. Fue un pequeño gran auto, un ícono de la "argentinidad".

“Buscar lo que es verdadero no es buscar lo que es deseable”

Albert Camus