Se respira otro clima en la selección argentina. Se vio claramente en el mediodía de ayer, cuando todo el plantel bajó a saludar a un centenar de cordobeses que lo vitoreaban y que acaso no esperaban semejante muestra de afecto. Semejante gesto no pasó desapercibido. Parece querer buscarse un acercamiento, después de los golpes recibidos. Y estuvo bien que así sea, más allá del oportunismo. Son estos los momentos posibles de una reconciliación, más porque se supone, aunque en fútbol nunca nada está escrito, que hoy Argentina le ofrecerá a todo el estadio Kempes un espectáculo futbolístico que debiera traducirse en la real diferencia que hay con Bolivia.

Este cuerpo técnico encabezado por Gerardo Martino siempre puso distancia con la gente. Poco contacto, entrenamiento a puertas cerradas, hermetismo. Es cierto que no se puede estar continuamente rodeado, pero tampoco aislado. El detalle quizás pasa desapercibido en las buenas, pero está claro que se recordará en las malas. Y ayer la selección no perdió la oportunidad de congraciarse. Quizás dulce por la necesaria y muy valiosa victoria en Chile, una vez instalados en el lujoso hotel Quorum (camino al aeropuerto de esta capital, donde llegaron 11.20), el plantel se acercó a la puerta del mismo, donde aguardaban unas cien personas, y ahí no le amarretearon a las selfies y los autógrafos.

Con Messi y Mascherano a la cabeza, los jugadores se acercaron a las vallas dispuestas a unos cien metros del ingreso al hotel y tuvieron un mano a mano con esos hinchas. Toda una señal de apertura de un equipo que necesita volver a encender la ilusión, luego de la frustración por las finales perdidas en el Mundial de Brasil (con Alejando Sabella a la cabeza) y en la Copa América (ya con el Tata), más allá del enorme valor de haber estado en las dos definiciones.

Como también parece ser todo un detalle que el partido se juegue en Córdoba. El DT de Bolivia, el ex jugador de Newell's Julio César Baldivieso, deschavó que el Tata quería trasladar la sede, quizás porque el Monumental ya está aburguesado de recibir a la selección y necesita una renovación de hinchas, que seguramente limitarían su descontento si hubiera razón para ello, en vistas de que casi nunca tienen la oportunidad de verla de cerca.

Sea cierto o no lo que dijo Baldivieso, quizás por primera vez en este ciclo con Martino al mando se advirtió un aire de renovación en cuanto a cuestiones más relacionadas con el afuera, pero que bien pueden retroalimentar la predisposición y las ganas en el adentro. No ayudará el estado del campo de juego del Mario Alberto Kempes y eso puede ser una contra para próximas visitas, pero bien valió moverse de Buenos Aires.

Se percibieron aires de reacomodamiento en la relación con el público. Justo cuando el capitán Lionel Messi debutará jugando en el país en estas eliminatorias mundialistas, justo cuando se piensa con razón que se está ante el rival más accesible de esta competencia para jugar de local, Argentina buscó encender el cariño y generar confianza. Este ciclo del Tata Martino lo necesita. Lo demás, lo que todo el mundo cree que podrá plasmar en la cancha, vendrá por añadidura.

Largo viaje

“El viaje fue maratónico. Parece que nuestro jefe de logística fuese Martino”, cuestionó Baldivieso, DT de Bolivia. Los inconvenientes económicos hicieron que el plantel tomara vuelos con escalas a Córdoba.